Siento culpa por todo lo que ocurre, es que ¿todo lo hago mal?

Publicado en: Dependencia emocional 5

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¿Qué es la culpa y cuál es su origen?

Cuando a una persona desde la infancia le han marcado sus errores excesivamente o le han hecho creer que era bastante imperfecta, que las cosas que hacía bien eran su obligación o era prácticamente insignificantes, que siempre hay que parecer perfecta, comportarse adecuadamente y mantener felices a los demás, no nos debe extrañar que de adulto manifieste una tendencia a sentirse culpable por todo. 

La culpa se define como una acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado, según la RAE, no es un comportamiento natural, sino que se trata de una reacción aprendida.

ASPECTOS POSITIVOS

– Sentir culpa nos hace tomar consciencia del daño ocasionado y la opción de poder repararlo.

– Posibilita  el aprendizaje sobre nuestra conducta para evitar repetir los mismos errores.

– Es adaptativa y favorece el buen funcionamiento social

ASPECTOS NEGATIVOS

– Cuando el sentimiento de culpa surge en exceso o se da sin criterio objetivo, es decir sin valorar la intención de la conducta o de los resultados.

– La persona reacciona con miedo ante las posibles consecuencias de sus actos sobre los demás y el rechazo de estos.

–  La culpa se relaciona con la vergüenza y la necesidad de aprobación.

– Es una de las manipulaciones más poderosas.

 

La culpa la aprendimos asociada al castigo.

Si me siento culpable es posible que lo sea, y si lo soy merezco un castigo. El castigo no sirve para reparar el daño causado sino para aliviar la pesada carga de la culpa:

 EL RECHAZO


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En cambio, el término responsabilidad no está asociado al castigo y se dirige a la aceptación de los hechos con mayor grado de objetividad.

El aprendizaje del sentimiento de culpa tiene su origen en la infancia, especialmente si el niño/a estuvo en contacto constante con un entorno, bien sea familia, profesor o allegado de tipo narcisista, ya que este perfil de personas es incapaz de asumir la responsabilidad de tus acciones y tiende a crear culpa en todas las personas que le rodean por nimio que sea lo sucedido, especialmente en los niños.

La infancia es una etapa vulnerable, en la que se idealiza a los adultos y se les otorga mayor credibilidad y derechos sólo por el hecho de ser adultos.

Desde este paradigma en el que el niño/a es considerado por debajo del adulto, sin otorgarle los mismos derechos por el hecho de ser persona, en etapa de desarrollo, pero persona.

Se ha estado educando durante generaciones y generaciones y a día de hoy se sigue educando para la dependencia afectiva hacia las personas de apego, para buscar la aprobación de estos, es decir para gustar a los padres, a los profesores…, teniéndose que comportar tal y como los adultos esperan que sean, sin tener en cuenta las características propias o los ritmos de cada individuo y castigando o rechazando lo que no cumple con los esperado, enseñado o, incluso obligado. Priorizando los comportamientos que la mayoría hace o los que no comprometen lo que los demás pueden llegar a pensar, muchas de las ocasiones sin criterio racional y sobre todo sin parar a cuestionarse tal conducta.

Y en algún momento, esos niños se atribuyen la culpa por todo lo que hacen y no se espera de ellos o lo que no hacen y se espera de ellos, llegarán a ser adultos realizando lo que desde la infancia le enseñaron a hacer, buscar la aprobación de sus allegados para no sentirse culpables.

La educación basada en el sentimiento descontrolado de culpa no es casual, y sí se lleva repitiendo generacionalmente por la efectividad que tiene , porque asegura la permanencia de los valores que unos cuantos quieren y aseguran la buena imagen de los que mandan. La educación basada en la culpa representa un control absoluto de los individuos y de los comportamientos que se quieren perpetrar.

Creo que ha llegado el momento de plantearse la educación de las nuevas generaciones enseñándoles a ser más coherentes con ellos mismos y no a ser tan «bien queda» con los demás, es cierto que la culpa es necesaria para tener cierto orden social, pero no como condicionante único en la toma de decisiones de cada persona.

No se si te ha ocurrido pero es bastante frecuente sentir culpa por ciertas conductas sexuales o por tener ciertos comportamientos con los chicos o con las chicas.

Recuerdo una chica, joven de unos 30 años que deseaba tener pareja, pero no podía dejarse ver en público con chicos, porque sus padres la habían educado sin dejarle estar con chicos, ni en grupo, en la calle por lo que pudieran pensar los vecinos del pueblo. Los hijos de los vecinos hacían lo que querían y no pasaba nada, pero ella a día de hoy sigue con dificultades para tener alguna muestra de cariño en la calle, como ir cogida de la mano de su pareja

Muchos de nosotros hemos sido educados para creer que somos responsables de los sentimientos de los demás y que cuando alguien está molesto, enfadado o herido, tienes que plantearte que es lo que has hecho tu para que el otro se sienta así, consciente o inconscientemente, pero algo de tu comportamiento ha influido negativamente en la otra persona. Y pasan toda la vida analizando cualquier cosa que haces, cómo lo que hacen es recibido por los demás y con miedo a haber podido dañar al otro+. Pero a menos que hagas daño deliberadamente, o el daño ocasionado sea de importancia, tú no eres responsable de lo que siente otra persona. Está en su derecho de no gustarle tus decisiones o no compartirlas.

 Tú eres responsable de tus propias acciones e intenciones.

Sentimiento de culpa y dependencia emocional

Los dependientes emocionales son personas que fueron criados con la obligación de cargar la culpa de casi todos los problemas que ocurren. Así, su comportamiento basado en priorizar el bienestar de los demás está mediado por un enorme sentimiento de culpa. La culpa que sienten ante la posibilidad de haber fallado es la encargada de que aguanten comportamientos dañinos por parte de su entorno, y es que no se les enseñó un criterio justo para discernir lo que es un comportamiento abusivo de uno que no lo es. Se han acostumbrado a este tipo de trato y lo han normalizado. Estos pensamientos se han instaurado en forma de creencia y están determinando el comportamiento de los dependientes, haciendo que su comportamiento sea totalmente inconsciente para ellos y que como tal no sean capaces de darse cuenta de cuándo la culpa no les deja ser ellos mismos y determina que elijan un comportamiento u otro. O dicho de otra forma más gráfica: el sentimiento de culpa les lleva a cambiar lo que en un principio piensan o deciden ante determinadas acciones.

Por ejemplo y muy frecuente en los dependientes emocionales es el pasado unos días del conflicto replantearse la situación y pedir perdón aún a sabiendas de que no son los verdaderos responsables del conflicto, pero su sentimiento de culpa es más poderosa que la visión real de los hechos que la persona ha percibido. Frases comunes como «yo me quedo más tranquila si…» «por mí que no quede» «que luego no diga que yo no pongo de mi parte»… son típicas del dominio de la culpa sobre el comportamiento.

Los dependientes emocionales tienen un elevado número de estímulos que les hacen sentir culpables. Algunos de ellos que se dan con frecuencia son:

  • culpa por no dar todo lo que tienen
  • culpa por tener más que el otro en algo concreto
  • culpa por sentirse bien sin compartirlo con los demás
  • culpa por haberse equivocado
  • culpa por no haber intentado todo, hasta el agotamiento propio
  • culpa por pensar mal de los demás, pareja o progenitores incluidos
  • culpa por no ser lo que todos esperan de ellos/as
  • culpa por tener oportunidades que el otro no tiene
  • culpa por no dedicar más tiempo al necesitado.

Seguro que te  has sentido identificada en más de un sentimiento de culpa. Ahora debes analizarlos y replantearte si son aspectos para sentir culpa o no lo son.

5 Comentarios

  1. Elliot Ness
    | Responder

    Entre 7000 millones de personas siempre habrá cantidad de raritos, raros y locos de remate.
    Aquí, en Alicante, los chiflados son legión.
    Y no será por falta de psicólogos, que hay dos en cada portal.
    Y entre los que estan más cuerdos, hay bastantes que rebosan de otros defectos.

    • Joan Mogarol
      | Responder

      Efectivamente. Y, junto a estos que tú defines como raros (definición desde un punto de vista totalmente subjetivo, porque ninguna persona es rara, solo porque por el hecho de existir tiene una dignidad superior a todo lo animado e inanimado), están los que sufren solipsismo, misantropía, egoísmo y/o indiferencia (o sea, los que adolecen empatía, como parece que pudiera ser el caso de aquellos que no son conscientes del daño que pueden causar catalogando a las personas en una dicotomía reduccionista: o normales o raros). ¡Qué raro es encontrar gente con la madurez necesaria para saber hacerse cargo de una persona «rarita»!

  2. […] personas sienten cierto grado de culpa al reconocer parte del vacío que experimentan o las dudas con respecto al amor, sobre todo por […]

  3. […] La culpa es una de las secuelas emocionales más comunes y paralizantes en quienes han crecido en una familia narcisista. Desde muy pequeños, estos niños aprenden que expresar emociones, poner límites o simplemente tener necesidades propias puede molestar o decepcionar a sus progenitores. Así, cada vez que intentan ser ellos mismos, reciben castigos emocionales, críticas o indiferencia. El mensaje implícito que se graba en su mente es: “Si algo va mal, es culpa tuya”. Esta dinámica se repite tantas veces que la culpa se convierte en un estado emocional permanente, incluso en la adultez. Se sienten culpables por decir “no”, por priorizarse, por alejarse de vínculos dañinos o incluso por sentir tristeza o rabia. Esta culpa internalizada no es señal de haber hecho algo mal, sino una respuesta aprendida al abuso emocional sostenido. […]

  4. […] Culpa y sensación de inutilidad: el diálogo interno suele estar cargado de autocrítica. “Fue culpa mía”, “no valgo para nada”, “yo provoqué lo que pasó”. Este discurso no surge porque la persona quiera sentirse mal, sino porque es lo que ha aprendido a creer. […]

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